miércoles, 30 de junio de 2010

En el desierto de Lowel


El sol cae en el Líbano. Lowel Bergman, productor del programa 60 minutos, se encuentra sentado en un vehículo, aunque solo se observa una tela blanca que recubre sus ojos, sin embargo los ruidos y cierto rebote de la imagen nos dan la sensación de movimiento. El conductor del vehículo no lo mira. Sigue conduciendo el auto donde se traslada al cautivo.

La venda de Bergman refleja la sombra, el atardecer en la ciudad de Beirut. El pasar del camino demuestra la lejanía . Luego la cámara hace un pase rápido alrededor de los elementos que conforman la escena. Destrás del auto antes presentado hay otro que lleva como tripulantes a dos hombres con metralletas que se encuentran custodiando al primer vehículo. Otra vez la imagen de la venda (vista desde adentro) vuelve a acaparar la toma por unos segundos. En la siguiente se muestra la calle, la ciudad. Aunque la mitad de esta toma esta equiparada por el perfil del conductos. Otra vez el interior del auto vuelve a tomar posesión de la imagen cinematográfica mostrando el espejo retrovisor y luego pasa rápidamente al custodiado. Este cambio o juego con las imágenes nos da la sensación de que la cámara se dirige justo a donde el “reguardado” mira. El auto no se detiene. Sigue avanzando y entra por la ciudad en donde los niños juegan libremente y miran anonadados a los autos que entran y transitan por su ciudad. El vehiculo sigue en movimiento pero no sabemos cuándo para. Lowel baja con los ojos tapados y es trasladado a una casa.

En una habitación azul lo espera el cabecilla revolucionario de la ciudad, un viejo barbón y libanes que tiene claros problemas para hablar el ingles pero que contesta de manera cortante y “picante” cada una de las preguntas que Bergman le hace. El productor sigue con las manos atadas y los ojos tapados, no trata de zafarse, simplemente se encuentra absorto en cada una de las respuestas del libanes. Cuando Lowel deja de escuchar la voz del personaje lo llama por su nombre pero este no contesta, entonces decide arriesgarse a quitarse esa venda y mirar el lugar donde se encontraba. Estaba vacío. El se había ido sin despedirse, aunque dejándole una buena noticia: había conseguido la entrevista.

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