Para el protagonista (aun vivo): Manuel Alejandro Tejero Alcalde, un deseo sumamente extraño.
(Aviso Comunal: Yo, Gabriela Bocanegra no me declaro a nadie Moreno... y menos lo voy a hacer contigo, asi que, sigue soñando... PATÉTICO).
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Sus ojos anticipaban la explicación que daría horas después. Abbigail se encontraba frente a la portátil revisando las fotos de su primo que celosamente guardaba. Él la había abandonado un año antes ahorcándose con la soga que colgaba de su cortina. Ella desde entonces se encontraba perdida en los vagos recuerdos que deja una muerte.
Creo que iré a ver a Manuel – dijo minutos después – seguro que él me espera. Esas fueron las últimas palabras que pronunció antes de apresar el pequeño cuchillo de cocina y salir de su casa.
El camino se hizo infinito. Algo filudo se abatía en su pecho. Me las pagará – pensó – y pasó sus ojos por encima de la gente para perderse en las miradas de la multitud. Cuando llegó a su destino, comprendió que el objetivo primero no era hacerle daño, sino remplazar el dolor espiritual por el físico.
– Manuel ¿Estas ahí? – hablo de manera silenciosa, mientras recorría cada espacio familiar.
– Sí. ¿Habíamos quedado para hoy? Se me olvidó por completo.
– Últimamente vives encerrado en esa burbuja impenetrable ¿verdad?
– No comencemos Abbi. No me dan ganas de discutir contigo hoy.
– Lo dejamos para mañana ¿Te parece?
– ¿Entonces a que has venido?
– No se...
Abbigail sacó las manos de sus bolsillos para prender la radio y bailar como desenfrenada sobre la cama de su ex amado.
– Ven techero, bailemos.
– Estas loca – y con total determinación apagó la radio.
– Pero con ella es diferente ¿no?
– ¿De que diablos hablas?
– Si deseas que sea estúpida lo soy, pero no me mientas.
– Bájate y hablemos como gente.
– Tú no eres gente maricón.
– Abbigail, tranquilízate y charlemos.
– No he venido a charlar.
La expresión de dulzura habitual se borró por completo de su bello rostro. Se encontraba perturbada. Se sentó en el filo de la cama, Manuel en cambio llevó una silla frente ella y se dispuso a escucharla.
– Si ya no me quieres, ¿Porque es que sigues conmigo? – le preguntó Abbigail.
– No he salido con nadie más – respondió él.
– ¿Aparte de mentiroso eres imbécil?
– Si haz venido a verme pelear, vete. El show terminó.
– Yo decido cuando hacerlo.
Manuel entonces percibió una sombra que no le gustaba. Ella nunca había sido tan cortante y extraña. Algo, simplemente, la había cambiado.
– Manuel – dijo mirando su reloj –, tengo clases a las seis, así que seré rápida. ¿Me quieres?
– ¿A qué vienen tantas preguntas?
– Me quieres si o no.
– Abbigail mira… yo…
– Eso era lo único que necesitaba escuchar.
– En todo este tiempo me he dado cuenta que lo nuestro no puede ser.
– Si, gracias por ser sincero…
– Me he enamorado.
– ¿Qué?
– Me enamoré Abbigail, no de ti. Ella es especial y...
– Cállate – gritó entre lágrimas – me haces daño.
– La verdad duele, pero es mejor saberla de uno.
– Manuel, ¿No te das cuenta que te di todo?
– Yo nunca te exigí nada.
– Cobarde.
– Cuando dejes de llorar me llamas. Tengo que ir a la Universidad.
– Tú de aquí no te mueves. – Lo apretó tan fuerte de la mano que él apenas pudo zafarse – Ahora me vas a escuchar.
Su mirada desorbitada penetraba los ojos color café de Manuel. El entendió que tenía que atenderla calladamente. Abbigail comenzó su discurso.
– Todo este tiempo me he roto la cabeza planeando la forma en que tú me puedas observar con la misma intensidad que a ella sin embargo, ni siquiera has percibido todos mis esfuerzos ¿Me estás tomando el pelo? Yo te amo, te adoro, pero ya veo que esto no es suficiente.
– No, no lo es
– ¿Lo ves? – y sacando la daga de su pecho prosiguió – Pero tu me perteneces.
– Estás loca ¿Qué te pasa? Entrégame eso – dijo Manuel casi estupefacto.
– No. Escúchame bien: yo puedo estar con millones de chicos, pero si tú no eres mío, no vas a pertenecer a nadie más. Ellas no te merecen ¿No lo comprendes?
– Me estás asustando. Dame eso por favor – se lo dijo casi rogando.
– Me siento peor que tú, créeme, pero es algo que no puedo dejar de hacer.
– Abbigail, eres una muchacha muy linda e inteligente, te fallé…
– Ya es tarde Manuel. Tienes que saber que te amo.
Le hundió el pequeño cuchillo en el pecho. El cayó al suelo rápidamente provocando un fuerte ruido. Abbigail lo miró de pie, no se daba cuenta que su acción podría tener una desagradable consecuencia. Solo se arrodilló y acercó su boca al oído de Manuel.
– Te amo – le dijo susurrante. Le dio un furtivo beso en los labios y salió de su habitación.
No encontré otro video mejor que la fuente de mi inspiración: Das Parfum, die Geschichte eines Mörders (El Perfume, Historia de un asesino) del alemán Patrick Süskind. Este video son las partes culminantes de la película dirigida por Tom Tykwer igual de grandiosa que el libro, donde Jean-Baptiste (Ben Whishaw) nos cautiva con su rara mirada y su excelasa presencia. Admito que desde que ví la película y leí el libro no soy la misma.
1 Contra 3 #2 - "Tudo na terra"
Hace 14 años